El turismo interno, especialmente aquel que proviene de Santo Domingo
y Santiago, las dos grandes ciudades dominicanas, constituye una de las
principales fuente de riquezas del país, sin embargo, el gobierno por
medio del Ministerio de Turismo concentra sus políticas y recursos a la
promoción y desarrollo del turismo extranjero, olvidando así el turismo
interno, muy conveniente para la distribución de riqueza desde los polos
económicos financieros hacia los diferentes pueblos.
Se impone revisar las políticas implementadas en el sector turístico
por los diferentes gobiernos que han estado al poder, para obtener que
se desparrame el ingreso per cápita generada por el crecimiento
económico de las últimas décadas, el cual ha quedado concentrado en su
mayor dimensión en manos de la clase media y alta de Santo Domingo y
Santiago, las cuales se han constituido en ciudades claves para el
desarrollo del turismo interno hacia los diversos polos que cuenta la
República Dominicana.
Cada fin de semana, vemos que las autopistas que salen de dichas
ciudades se llenan de vehículos saliendo hacia diferentes destinos, es
el turismo interno que se mueve y cada vez que las familias van en
procura de descanso y diversión en los pueblos que se desplazan
contribuyen al mercado local, a su bienestar; dejando miles de pesos en
comida y servicios, por lo tanto, el Estado dominicano debe prestar
atención a este fenómeno y reorientarlo.
Esta reorientación que amerita nuestro turismo para su desarrollo,
requiere contar entre sus principales columnas a Samaná y las demás
comunidades de la costa de la Región Nordeste, que tienen una belleza
natural de las más exuberantes del país y del Caribe, pero cuya belleza
no le ha permitido a su población salir de los muy altos niveles de
atraso social que le afecta. En ellas se cumple el dicho de que “la belleza no es suficiente para ir al mercado”,
y es que esta belleza debe transformarse en arte, se debe apoyar el
trabajo de las comunidades, y contribuir a su desarrollo con la
construcción de obras y el aporte al crecimiento de los diferentes
sectores de servicio que ofrecen.
Por la señalada problemàtica, cuando se inició la construcción de la
autopista del nordeste Juan Pablo II, que conecta en una hora y media a
Santo Domingo con la Región Nordeste, una gran proporción de los
nordestanos pensaron que dicha vía seria un instrumento destinado a
beneficiar las poblaciones de la costa nordestana y que la riqueza
concentrada en el gran Santo Domingo se volcaría en ellas, y sobre
todo, que Samanà conjuntamente con la provincia María Trinidad Sánchez
pasarían a formar parte de las provincias con mayor desarrollo
socioeconómico de nuestra nación. Pero vaya ironía, tras su puesta en
operación sus usuarios al realizar el recorrido de Santo Domingo a
Samanà, se encontraron con cuatro estaciones de peajes, teniendo que
pagar un total de ida y vuelta de 1,640.00 pesos, cayendo en una gran
frustración y coraje, al palpar que el Estado había creado en esta
zona del país una gran barrera social y económica por medio de un peaje
discriminatorio.
La lastimosa inequidad social para salir y llegar a Samanà y demás
zonas turísticas del Nordeste por medio de la autopista del Nordeste,
requiere del presidente Danilo Medina Sánchez y de las cámaras
legislativas revisar el contrato de concesión de la Autopista Juan
Pablo II como lo ha venido pidiendo el Consejo Regional de Desarrollo,
Inc. (CRD), para así encontrar el camino que permita al Estado lograr el
establecimiento de un peaje que motive a la clase alta y media de
nuestra nación hacer turismo interno en esta zona, como lo hacen en los
lugares turísticos del Este del país, y además, para permitir a los
nordestanos y nordestanas ver concretizado el rompimiento de su
aislamiento por medio de un uso masivo de la tan soñada vía de
comunicación, como tienen la oportunidad de hacerlo sin mayores
inconvenientes los habitantes de otras regiones.
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