miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Qué pasa con Samaná y el Nordeste?

El turismo interno, especialmente aquel que proviene de Santo Domingo y Santiago, las dos grandes ciudades dominicanas, constituye una de las principales fuente de riquezas del país, sin embargo, el gobierno por medio del Ministerio de Turismo concentra sus políticas y recursos a la promoción y desarrollo del turismo extranjero, olvidando así el turismo interno, muy conveniente para la distribución de riqueza desde los polos económicos financieros hacia los diferentes pueblos.
Se impone revisar las políticas implementadas  en el sector turístico por los diferentes  gobiernos que han estado al poder, para obtener que se desparrame el ingreso per cápita generada por el crecimiento económico de las últimas décadas, el cual ha quedado concentrado en su mayor dimensión en manos de la clase media y alta de Santo Domingo y Santiago, las cuales se han constituido en ciudades claves para el desarrollo del turismo interno hacia los diversos polos que cuenta la República Dominicana.
Cada fin de semana, vemos que las autopistas que salen de dichas ciudades se llenan de vehículos saliendo  hacia diferentes destinos, es el turismo interno que se mueve y cada vez que las familias van en procura de descanso y diversión en los pueblos que se desplazan contribuyen al mercado local, a su bienestar; dejando miles de pesos en comida y servicios, por lo tanto, el Estado dominicano  debe  prestar atención a este fenómeno y reorientarlo.
Esta  reorientación que amerita nuestro turismo para su desarrollo, requiere  contar entre sus principales columnas a Samaná y las demás comunidades de la costa de la Región Nordeste, que tienen una belleza natural de las más exuberantes del país y del Caribe, pero  cuya belleza  no le ha permitido a su población salir de los muy altos niveles de atraso social que le afecta. En ellas  se cumple el dicho de que “la belleza no es suficiente para ir al mercado”, y es que esta belleza debe transformarse en arte, se debe apoyar el trabajo de las comunidades, y contribuir a su desarrollo con la construcción de obras y el aporte al crecimiento de los diferentes sectores de servicio que ofrecen.
Por la señalada problemàtica, cuando se inició la construcción de la autopista del nordeste Juan Pablo II, que conecta en una hora  y media a Santo Domingo con la Región  Nordeste, una gran proporción  de los nordestanos pensaron que dicha vía seria un instrumento destinado a beneficiar las poblaciones de la costa nordestana y que la riqueza concentrada en el gran Santo Domingo se volcaría en ellas,  y sobre todo,  que Samanà conjuntamente con la provincia María Trinidad Sánchez pasarían a formar parte de las provincias con mayor desarrollo socioeconómico  de nuestra nación. Pero vaya ironía, tras su puesta en operación sus usuarios al realizar  el recorrido de Santo Domingo a Samanà, se encontraron con cuatro estaciones de peajes, teniendo que pagar un total de ida y vuelta de 1,640.00 pesos, cayendo en una gran frustración y coraje, al palpar que  el Estado  había creado en esta zona del país  una gran barrera social y económica por medio de un peaje discriminatorio.
La lastimosa  inequidad social para salir y llegar  a Samanà y  demás zonas turísticas del  Nordeste por medio de la autopista del Nordeste, requiere  del presidente Danilo Medina Sánchez y de las cámaras legislativas  revisar  el contrato de concesión de la Autopista Juan Pablo II como lo ha venido pidiendo el Consejo Regional de Desarrollo, Inc. (CRD), para así encontrar el camino que permita al Estado lograr el establecimiento de un peaje que motive a la clase alta y media de nuestra nación hacer turismo interno  en esta zona, como lo hacen en los lugares turísticos del Este del país, y además, para permitir  a los nordestanos y nordestanas ver concretizado  el rompimiento de su aislamiento por medio de un uso masivo de la  tan soñada vía de comunicación,  como tienen la oportunidad de hacerlo  sin mayores inconvenientes los habitantes de otras regiones.

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