La vecindad de Haití ha sido y será el principal problema de la República Dominicana.
Este no tiene solución simple, tenemos que resolverlo de forma inteligente y pragmática. Antes de concentrarnos en la lógica de una amenaza haitiana pura y simple, debemos encontrar herramientas modernas, y tratarlo como un gravísimo problema que estamos obligados a encarar, pero a la vez como una gran oportunidad para beneficios de ambas partes.
Este no tiene solución simple, tenemos que resolverlo de forma inteligente y pragmática. Antes de concentrarnos en la lógica de una amenaza haitiana pura y simple, debemos encontrar herramientas modernas, y tratarlo como un gravísimo problema que estamos obligados a encarar, pero a la vez como una gran oportunidad para beneficios de ambas partes.
Solo los genios llegan a soluciones sencillas para
problemas complejos y lo logran rompiendo paradigmas. Nosotros, debemos
ayudar a Haití, este debe ser nuestro paradigma irrenunciable.
Ayudarlo, para que las superpotencias, que pretenden romper la frontera,
aceptada y trazada desde el 14 de abril de 1936, se esfuercen con
honestidad en aportar recursos para que tanto Haití como nuestro país se
conviertan en naciones modernas, logrando dentro de dicho proceso la
inserción de las mismas en la economía de altas tecnologías y los
nuevos rumbos que ha tomado el comercio internacional.
El Estado dominicano no es un Estado dictatorial, como en
el pasado, su meta principal debe ser respetar los derechos humanos, a
la vez que busca el bienestar de todos, protegiendo la frontera, los
valores patrios, identificando nuevos mercados, incluyendo el haitiano,
para aumentar el patrimonio nacional, consiguiendo el respeto, y el
beneficio de todas las partes.
El uso de computadoras modernas en la frontera y los
puntos de entrada al país, debe ser una prioridad nacional, pues está a
la vista que el fusil y la macana, no han sido eficientes en este
proceso de control. La Junta Central Electoral y la DGII tienen mucha
experiencia en el uso de estas tecnologías de control y deben moverlas
hacia la frontera. Igual control y exigencia debe establecer la nación
Haitiana con relación a los dominicanos y demás extranjeros.
Crear una frontera digital, de modo que todo el que entre
al territorio dominicano, tenga una documentación legalizada. También
debemos reclamar al gobierno dominicano que los extranjeros paguen
impuestos con la misma rigurosidad con que la DGII nos los exige a los
dominicanos. Ningún extranjero puede disfrutar de nuestros recursos sin
aportar. Ya los haitianos no están en los cañaverales, están en el
centro de Santo Domingo, Santiago, San Francisco de Macorís, las
principales ciudades y polos turísticos, por tanto deben pagar
impuestos y contribuir con el enorme gasto que representa su presencia
en el país en materia de educación, salud y otros servicios públicos.
Dentro de estos propósitos, los haitianos y dominicanos,
debemos aunar esfuerzos para solidificar nuestras estructuras
productivas y de comercio, propulsando una estructura vial de vital
importancia como lo es el Ferrocarril Internacional
Nordeste-Dominicana- Haití, el cual no solamente será un instrumento
eficaz para controlar el proceso migratorio, sino también, para
propulsar en forma efectiva el desarrollo de las fuerzas productivas y
demás sectores sociales de ambas naciones.
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